J.A. Aguilar. - Sinceramente, no sé como describir lo que vimos el pasado sábado por la mañana en el campo del Calavera. Los que allí estuvimos vimos un continuo asedio de nuestros chicos a la portería rival, no exagero si digo que tuvimos más de 30 ocasiones claras de gol, y sólo entró una. Vimos un colegiado que no se entraba de nada, ni de los colores de las camisetas de los equipos, ni de que la noche antes de un partido no es muy aconsejable
irse de marcha hasta las tantas.
Pero lo más sorprendente, alucinante, y decepcionante fue ver el modo en que otras escuelas de fútbol
entienden lo que es enseñar a niños de 12 años a practicar este deporte.
José Manuel puso de inicio a Adrián en portería, Ismael, Beleño, Daniel José y Ana en defensa, Amoedo, Madroñal y Pablo en el centro del campo, y Rubén, Agustín y Dani López en ataque.
En la segunda parte, hizo el habitual cabio en portería, Adrian por Jaime en esta ocasión, dio minutos a David, Álvaro de los Santos, Javi Román y Sergio.
Visto lo visto, no merecimos perder, los dos goles del calavera llegaron por dos errores clamorosos de nuestros porteros, uno cada uno, en las dos únicas ocasiones de gol que tuvo el equipo vestido de negro, ya que nuestra defensa cumplió, sin alardes, y, nuestro centro del campo, aunque estuvo desaparecido en la creación, estuvo algo más aplicado en la destrucción del poco juego de ataque de los rivales.
En ataque, ocasión de gol tras ocasión, pero sin puntería, o sin suerte, balones al palo, tiros que salían a centímetros de la portería, o que se paseaban por delante sin que ninguno de nuestros chicos pudiese llegar a empujarla dentro. Incluso el gol de Dani López vino precedido de múltiples intentos de casi todos los manantialeros, hasta que el enésimo rebote le llegó a su pierna derecha y la empujó dentro.
Y ahí se acabó el partido. Si, en el minuto 60. Si desde el principio se vio el juego marrullero del Calavera, con agarrones continuos, entradas más dignas de un tatami de karate que de un campo de futbol, a partir del gol de Dani, el Calavera se convirtió en el cagalera. El miedo a que nuestro equipo remontase el partido fue tal, que hasta 3 jugadores de negro al mismo tiempo eran víctimas del francotirador invisible que estaba apostado en alguno de los edificios aledaños al campo de juego. Vergonzoso, si en nuestra escuela se enseñase a los niños a jugar a ese otro fútbol, dudo mucho que la mayoría de nosotros dejase a sus hijos seguir yendo a entrenar allí.
Aunque más vergonzoso es la actitud del árbitro, despistado, fuera de sitio, sin conocer el reglamento, cambiando la dirección de un saque de banda o de una falta hasta 3 veces y no cortando el juego sucio desde el principio. Sólo sacó una tarjeta amarilla, que podría haber sido de otro color, cuando un defensor cortó con una patada por detrás un contragolpe de Rubén con el 2 a 1 ya en el marcador.
No quiero hablar de los árbitros, pero cuando uno de los nuestros, el mío más concretamente, sale del campo llorando de rabia, impotencia y de dolor por las continuas patadas, y con un colmillo bailándole en la boca por un codazo, que no fue ni falta, cuando nos roban un penalti clamoroso, no se pitan fueras de juego más que claros, y un continuo carrusel de despropósitos, no quedan ganas de hablar, se queda uno con ganas de enviar una queja a la federación, o a donde sea, aunque no sirva de nada.
Pero bueno, ya acabó el partido y nada se puede hacer, sólo queda esperar al partido de vuelta y vengarnos como sabemos, jugando al fútbol y dando una lección de cómo hay que enseñar a los niños, y educarlos con el fútbol.
El próximo fin de semana, esperemos quitarnos el mal sabor de boca con un buen partido y una nueva victoria.
La semana pasada destaqué a uno de nuestros chicos, a nuestra chica más concretamente, hoy me gustaría comentar la progresión de Sergio, en cuanto aprenda a manejar su “nuevo” físico, y a aprovecharse de esa ventaja, podemos tener un buen elemento defensivo bastante interesante.
Vamos Manantial.
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